“La naturaleza me dio forma de mujer. Mis hazañas han superado las de los hombres más valientes. Goberné el imperio de Nino, que se extendía por el este hasta el río Hyhanam, por el sur hasta la tierra del incienso y la mirra, y por el norte hasta el país de los escitas y los sogdianos. Antes de mí, ningún asirio había visto el gran mar. Yo vi con mis propios ojos cuatro mares, y sus riberas reconocieron mi poder. Obligué a ríos poderosos a fluir según mi voluntad, y llevé sus aguas para que fertilizaran tierras que antes habían sido yermas y desiertas. Erigí torres inexpugnables; construí carreteras en caminos no hollados hasta entonces excepto por las bestias de los bosques; y en medio de estas grandes obras encontré tiempo para el placer y la amistad.”
El nombre se Semíramis, reina de Asiria, pertenece a los gloriosos días de Nínive y Babilonia. Los estudiosos no se ponen de acuerdo con respecto a la época de su reinado. Algunos incluso expresan dudas con respecto a su existencia, y sostienen que su historia fue una leyenda. Si lo es, está tan entretejida con episodios históricos que su figura merece ser rescatada.
El relato recogido por Diodoro de Sicilia cuenta que nació en Ascalon, hija de la diosa Dereeto y de un bellísimo joven asirio. Abandonada por su madre, fue alimentada por palomas en el desierto, y estaba a punto de cumplir un año cuando un pastor llamado Simmas la encontró y la adoptó. Él fue quien le dio el nombre de Semíramis.